El diálogo biblioteca-comunidad es cotidiano y en ese diálogo del día a día se configuran líneas de sentido que difícilmente podríamos preanunciar, planificar con antelación, prever. Más bien se trata de construir modelos lo suficientemente flexibles que nos permitan reconocer esas variables contextuales como parte de la vida misma de la biblioteca y no como excepción al modelo, como déficit o como carencia. Resulta difícil imaginarse para quien transita habitualmente ciertos escenarios urbanos, rodeados de instituciones educativas y culturales, de eventos variados y de ofertas con las que cada día tienta el mercado (la librería, etc.) el lugar significativo que habrá de ocupar la biblioteca Pública como posibilidad de acceso a la cultura escrita.
El diálogo biblioteca
El diálogo biblioteca-comunidad es cotidiano y en ese diálogo del día a día se configuran líneas de sentido que difícilmente podríamos preanunciar, planificar con antelación, prever. Más bien se trata de construir modelos lo suficientemente flexibles que nos permitan reconocer esas variables contextuales como parte de la vida misma de la biblioteca y no como excepción al modelo, como déficit o como carencia. Resulta difícil imaginarse para quien transita habitualmente ciertos escenarios urbanos, rodeados de instituciones educativas y culturales, de eventos variados y de ofertas con las que cada día tienta el mercado (la librería, etc.) el lugar significativo que habrá de ocupar la biblioteca Pública como posibilidad de acceso a la cultura escrita.