LA RIFA DE LA VIGIL
En 1956 la Vigil inaugura un novedoso sistema de financiamiento que marcó toda una época de desarrollo: la rifa pagadera en cuotas. En pocos años la rifa tuvo un crecimiento exponencial gracias a la combinación de características positivas: era fácil de pagar y los premios eran “jugosos” y atractivos. Y un factor que le daba a la rifa una amplia aceptación social: el conocimiento generalizado sobre el destino de lo recaudado gracias a la visibilidad de las mejoras concretas de las condiciones de una entidad que los vecinos sentían como propia y que les brindaba, en forma gratuita, un conjunto de actividades sociales, culturales y educativas inéditas y significativas para los sectores populares: jardines de infantes, servicios bibliotecarios, editorial, museo de ciencias naturales, observatorio astronómico, universidad popular, centro recreativo, cultural y deportivo, talleres de oficios, caja de ayuda mutua, guardería y centro materno infantil.
En poco menos de una década la rifa se instaló en la comunidad con tanto arraigo que incluso a partir del año 1965 se transformó en un sistema de “bonos bi-anuales” cuya circulación se extendió por gran parte del territorio argentino, con delegaciones en Mendoza, San Juan, Buenos Aires y Santa Fe, brindándole al movimiento mutualista de la Vigil proporciones únicas en el Continente, con tres mil vendedores y quinientos cobradores mensuales.
Hubo años en los que se llegaron a vender hasta 80.000 números, alcanzando a sortear hasta cinco autos cero kilómetro mensuales (uno por semana y dos la última semana del mes) y un atractivo sistema de premios.
Pero este exitoso mecanismo de financiamiento se derrumbó en 1975 cuando el colapso económico y financiero del país puso en aprietos a la Vigil y en jaque a la rifa. La escalada inflacionaria del segundo semestre de 1974 intentó ser controlada por el Gobierno de María Estela Martínez de Perón a partir del congelamiento de precios al que ciertos sectores del empresariado local respondieron con la no entrega de mercancías. Así fue como la entidad se vio imposibilitada de cumplir con los bienes afectados a los premios de bonos previamente vendidos. Al poco tiempo, en junio de 1975, el ministro Celestino Rodrigo le asestó al peso nacional una tremenda devaluación, conocida como Rodrigazo, que empeoró el desabastecimiento, al tiempo que los sectores populares perdían poder adquisitivo decretando la caída de las ventas de la rifa. Paralelamente la Vigil pasó a ser una institución vigilada por los servicio de inteligencia y comenzó un velado ahogo financiero. Así fue como la rifa realizó su fallida edición número veinte y fue discontinuada. Poco después la biblioteca era intervenida por la dictadura militar, quienes además de hacer desaparecer a ocho miembros de la comisión directiva y desguazar el enorme complejo cultural, promovieron una injusta acusación sobre la malversación de fondos haciendo hincapié en la malograda rifa. La rifa de la Vigil desapareció durante 40 años.
Como parte de la reconstrucción que se propuso la Vigil a partir de 2004 intentaron reflotar el otrora exitoso mecanismo de financiamiento. Así es como pudieron lanzar, para el periodo octubre 2015 – septiembre 2016, la edición número 21º de la rifa a la que llamaron “La vuelta completa”. El nombre hace referencia a dos puntas: es un homenaje a la novela de Juan José Saer que fue publicada por la Editorial Biblioteca, cuando el escritor santafecino era muy joven y su alcance era regional; y es una forma de subrayar que la Vigil está volviendo a ser “de manera completa” lo que alguna vez supo ser.
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